Poe-Mario, en paños mayores
Con mucho beneplácito celebramos el logro alcanzado por el poeta colombiano Jotamario Arbeláez, ganador –con su libro Paños menores– de la 2.ª edición del Premio Internacional de Poesía Víctor, “Chino”, Valera Mora (2008), otorgado en Caracas por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, con el apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela.
El jurado emitió –por unanimidad– su dictamen, sustentando la calidad del texto, así: "… por la fuerza vital de sus imágenes, su propositiva relación con la historia que de lo universal conduce a lo familiar y personal, por su poética contemporánea y por la manera en que renueva el lenguaje coloquial entretejido con ironía y humor, propiciando un sugestivo acercamiento con el lector”.
La envidia (bien llamada “Calibalismo”) que despiertan una medalla de oro, un diploma, una publicación de la obra galardonada –edición venezolana–, un jugoso cheque de 100.000 dólares, y el reconocimiento en el ámbito internacional, agregada al desdén con el que se mira todo lo que huela al polémico Hugo Chávez Frías, no han permitido la divulgación nacional que se merecen uno de los premios y uno de los autores más importantes de la literatura latinoamericana.
Jotamario, nacido en Cali, entrado en los setenta abriles, pero con la vitalidad de un roble, cofundador del nadaísmo –movimiento descendiente del hippismo–, poeta, escritor y publicista, dos veces secretario de Cultura en Cundinamarca, saborea las mieles del triunfo gracias a su excelente narrativa y a la inspiración que le brota de su bagaje cultural, de la lectura de autores inmortales y de su vida de bailarín, billarista, bohemio, mujeriego, chabacán, libertino, libidinoso. “play boy”, anarquista, nihilista, ateo, iconoclasta, anticlerical, revolucionario, irreverente, mordaz, irónico, librepensador y mamagallista. Virtudes éstas que le permiten deleitarnos con sus experiencias al evocar a su padre, quien –para que no leyera ni gastara luz– le quitaba el bombillo de su habitación y dormía con él bajo la almohada, pero el empedernido lector se instalaba en el suelo, con la nevera abierta, hasta la madrugada o hasta que se le congelaban las pestañas y le chorreaba hielo por los ojos. En estas condiciones, también rememoraba a su madre, sus ocho hermanos, sus dos abuelas, a un resto de familiares y a su maestro Gonzalo Arango, fundador del movimiento dadaísta; la sastrería que su progenitor montó en el comedor de su casa del barrio Obrero de Cali; su bachillerato perdido en la fundación educativa más antigua de Cali, el colegio Santa Librada (“Santa Librada, collage… ¡yo no te debo nada!”); sus sueños húmedos y travesuras juveniles y seniles por la bulliciosa geografía caleña.
Este polifacético escritor es autor de los libros El profeta en su casa; El libro rojo de Rojas, coautoría con Elmo Valencia; Doce poetas nadaístas de los últimos días; y El espíritu erótico, coautoría con el pintor Fernando Guinard. Ha sido ganador de tres premios nacionales de poesía otorgados por la editorial Oveja Negra y la revista Golpe de Dados en 1980, con Mi reino por este mundo; por Colcultura en 1985, con La casa de la memoria; y por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo en 1999, con El cuerpo de ella. En el 2002 escribió sus confesiones Nada es para siempre - Antimemorias de un nadaísta, y en la actualidad tiene dos obras en el horno: La casa de las agujas, y Autobiografía de Nerón - Anticristo. Se desempeña como profesor universitario y columnista de varios diarios y revistas nacionales.
Para sopesar el talante de Jotamario, quien dice poseer más de 10.000 libros de los que apenas ha leído la tercera parte, baste con citar unos cuantos de sus irónicos chascarrillos: * “Tú me diste las primeras puntadas de mi amor por la poesía/ brindo por ti con un dedal de vino”. (En alusión a su padre).
* “El profesor de contabilidad es un pequeño ‘asiento’ en mi memoria”. * “¿Qué necesidad hay de legalizar la marihuana, si la marihuana es legal?”.
* “¿Cómo encontrar palabras que digan algo que no es algo?”.
* “Me sometí a un injerto de pelo para escribir unas crónicas, ganándome unos milloncejos, y las mujeres –que antes cedían sólo a cambio de poemas– ahora me lo dan 'gratiniano'”.
* “Les da rabia reconocer las cosas maravillosas que hace Chávez, sobre todo si es en honor de un poeta que se siente inseguro con la seguridad democrática”.
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