Cuatro amigos, después de 30 años sin verse, se encuentran en una fiesta. Luego de tomarse algunas copas, uno de ellos va al baño. Los que se quedaron empiezan a hablar de sus hijos.
El primero dice:
—Mi hijo es el orgullo de la familia. Comenzó a trabajar como ayudante en una multinacional. Estudió, se licenció en Administración de Empresas, fue promovido a gerente y hoy es el presidente. Se hizo tan rico que para el cumpleaños de su mejor amigo le regaló un automóvil último modelo.
El segundo comenta:
—¡Qué bárbaro! Mi hijo también es mi gran orgullo. Comenzó trabajando como vendedor de pasajes aéreos. Estudió para piloto comercial. Fue a trabajar a una empresa de turismo. Entró de socio y hoy es el mayor accionista. Se hizo tan rico que para el cumpleaños de su mejor amigo le regaló un avión Boeing.
El tercero agrega:
—¡Felicitaciones! Mi hijo también es muy rico. Estudió Ingeniería. Abrió una constructora y le fue tan bien que se hizo multimillonario; tanto que para el cumpleaños de su mejor amigo le regaló una mansión en Europa.
Los tres se felicitaban mutuamente cuando el amigo que había ido al baño llegó y preguntó:
—¿Qué pasa que los veo tan felices?
—Hablábamos del orgullo que sentimos por nuestros hijos. Y… el tuyo ¿qué hace?
—Mi hijo es gay y se gana la vida bailando como estripticero en una discoteca de ambiente.
Los amigos dijeron:
—¡Qué embarrada!, ¡debes sentirte decepcionado, hermano!
—No. Él es mi hijo, y lo quiero tal cual. Me llena de orgullo, y ¡tiene una suerte enorme: para su cumpleaños recibió de sus tres novios... un automóvil, un avión Boeing y una mansión en Europa!
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