viernes, 16 de abril de 2021
¡Empeoró!...
Corría el mes de junio de 1995 (¼ de siglo), cuando me desempeñaba como Jefe de Redacción de la Revista Economía y Cultura, y era periodista del Diario Occidente de Cali (columnas Pa qué más…, de humor; y Buena letra, dedicada al buen uso del lenguaje).
Para que orientara un taller de lenguaje profesional –dirigido a periodistas de la región y de diferentes medios– invité al doctor Gabriel Escobar Gaviria, reconocido lingüista y autor perenne de la columna Gazapera, en El Espectador.
Se me ocurrió –también– llevarlo, el domingo 18, al programa Belisario por el Mundo, emitido en la emisora La Voz del Valle, del circuito Todelar; espacio radial en el que fungía como conductor y locutor del programa dirigido por el empresario del turismo, don Belisario Marín Montes.
En el transcurso de la transmisión, me dio por preguntarle:
—Doctor Escobar, en sus frecuentes salidas del país, ¿no ha tenido problemas con sus dos apellidos?
—Sí, don Óscar, siempre me detienen en los aeropuertos para requisarme e interrogarme.
—¿Y qué ha hecho usted para solucionar semejante percepción de su identidad, ah…?
—Yo pedí una audiencia con su santidad el papa Juan Pablo II, y ya en su despacho me preguntó: ¿Qué te trae por el Vaticano? Entonces, le comenté el conflicto que tenía con mis dos apellidos. ¿Cómo es que te llamas? –me interrogó. Gabriel Escobar Gaviria –le dije. Y… ¿cómo te quieres llamar, en adelante? Le respondí…: ¡Gabriel Rodríguez Orejuela!
...
La conmoción fue general y muy tensa en la emisora, ya que en esos instantes –casualmente– llegaba a Todelar nadie más ni nadie menos que doña Amparo..., ¡una de las hermanas de Gilberto Rodríguez Orejuela, el tristemente célebre “Ajedrecista”!
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