sábado, 17 de abril de 2021

Fraudes cibernéticos


 Los mensajes (corruptos o dañinos), tipo cadena, que circulan  y abundan en las redes sociales y en la internet, son muy fáciles de identificar. Se distinguen por tener cualquiera de estas características (una o varias):
1.- Se refieren a favores de solidaridad, cesión de fortunas multimillonarias, calendarios con fechas curiosas o irrepetibles (por lo general falsas), obsequios de empresas (con el lleno de encuestas que vencen a los pocos minutos),  suspensión en los servicios de las aplicaciones, advertencias de virus, modalidades de atraco, consejos para la salud, adultos extraviados o niños robados (aunque en este último caso, no se puede negar ni tapar la realidad de que, diariamente, en el mundo, se pierden, roban y secuestran niños; pero… los dolientes <99%> nunca recurren a las redes sociales para la búsqueda de sus seres queridos); y… hasta hermosos mensajes religiosos y de superación personal vemos por doquier.
2.- Están plagados de errores morfológicos, semánticos, ortográficos, de sintaxis y de puntuación; predominando en ellos su pésima redacción. 
3.- Llegan con mescolanzas de colores, emoticones y variedad de arabescos; y con diferentes fuentes y puntajes.
4.- Los teléfonos de contacto siempre son falsos. 
5.- Presionan para que sean reenviados a determinado número de contactos.
6.- Finalizan con intimidaciones, amenazando con padecer desgracias si no se reenvían; o con lisonjas y halagos de obtener beneficios si se hace.
7.- Quienes los reenvían aseguran (sin siquiera verificar su autenticidad) que… “a mí me sucedió” o “a mí se me cumplió”.
Los inescrupulosos que inician esas cadenas fraudulentas lo hacen para clonar cuentas, usurpar claves y acceder a datos financieros. Lamentablemente, quienes los reciben hacen caso omiso de los riesgos que se pueden correr.
Se ha vuelto una manía (¡fraudomanía!) la práctica de reenviar a todos los contactos esas perjudiciales cadenas, la inmensa mayoría... ¡sin siquiera haberlas leído! Lo importante es saber distinguir entre las comunicaciones reales y las falsas retahílas.
Mi modesta recomendación es la de no responderlas, por bonitas o solidarias que parezcan; y... –por seguridad, para no afrontar riesgos– eliminarlas de inmediato; pero… ¡sin reenviárselas a nadie! 
Resulta más beneficioso para todos difundir estas advertencias, alertando familiares y amigos acerca de esta modalidad delictiva.
La enorme mayoría de personas, inmersas en la práctica de reenviar –sin verificación alguna– todo lo que les reenvían, se desentienden de las precauciones necesarias; e incluso llegan a disgustarse por recomendarles cautela, considerando que sólo son suposiciones o temores infundados de quien este texto escribe.

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