A propósito del desliz freudiano-narcisista (lapsus linguae) en el que incurrió el senador Álvaro Uribe Vélez (entrevista, Mañanas Blu, con Ricardo Ospina) cuando aseguró: “¡Yo soy el ‘presidente’ de Colombia…!”, ‘chispoteada’ referida en Confidenciales (SEMANA, edición n.º 1.946); resulta oportuno y necesario –en defensa del buen uso del lenguaje– traer a colación la norma existente acerca del tratamiento correcto para los jefes de Estado:
– Presidente electo, el candidato ganador de unas elecciones; hasta la fecha en que se lleva a cabo, de manera oficial, la transmisión del mando.
– Presidente, quien ejerce el cargo en propiedad: Iván Duque Márquez.
– Expresidente, quienes hayan ejercido la presidencia y estén vivos: César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
A los expresidentes –solo cuando fallecen, y en homenaje póstumo– se les reasigna su dignidad de presidente: Guillermo León Valencia, Carlos Lleras, Virgilio Barco, Misael Pastrana, Julio César Turbay, Alfonso López, Belisario Betancur, y todos los que nos han dejado.
Luego es un despropósito, que raya en la idolatría a ultranza, llamar a Álvaro Uribe ”presidente” cuando ya no lo es; a no ser que funja como tal en ‘cuerpo ajeno’.
Conviene recordar que si en un texto va el nombre del mandatario, el cargo se escribe con minúscula; y en mayúscula, si no se le nombra: “El presidente Duque objetó los acuerdos de paz” o “El Presidente objetó los acuerdos de paz”.
La jauría de aduladores uribistas, entre ellos el presidente Duque; la vicepresidente, Marta Lucía Ramírez; el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla; la exministra de Justicia, Gloria María Borrero; la directora de la Agencia Nacional de Tierras, Myriam Carolina Martínez; el gobernador de Antioquia, Luis Emilio Pérez; los senadores Ernesto Macías, Carlos Felipe Mejía, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, José Obdulio Gaviria, John Harold Suárez; sus abogados defensores, Jaime Granados y Jaime Lombana; y –últimamente– su ‘abogánster’, Diego Cadena; y el periodista Julio Sánchez Cristo de la W-Radio; todos, en un acto de inocultables fetichismo y vasallaje –como si fuera una consigna del Centro Democrático–, nunca se refieren a Uribe con el tratamiento de expresidente ni –menos– de senador... sino que –alienados, con frenesí y fruición– insisten en llamarlo “presidente”; convirtiéndolo en un gobernante ‘eterno’, quedando el Presidente de Colombia como un pelele pusilánime.
Ahora se une a la congregación uribista la desvirolada parlamentaria gringa, Ileana Ros-Lehtinen, cubana-estadounidense; convertida en adlátere de Uribe al llamarlo –en un video que circula en las redes– “mi presidente...”.
¡Qué tal, ah...?
1 comentario:
Clarísimo y muy pertinente. Con las sutilezas que definen la elegancia.
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